sábado, 24 de noviembre de 2012

EL PICO DE LAS ÁGUILAS (quinta parte)



Fue el progreso el que un día llegó ante algunos hombres para anunciarles el paso de un conducto de gas entre las tierras de su lactancia. Todos los que luchaban por conservar intacto un paraje de gran riqueza para la humanidad, se opusieron. Una vez ya se habían enfrentado a uno de sus ataques, cuando la mayor de las venas que iría a abastecer la ya no tan lejana ciudad de corrientes interminables de vehículos, quiso atravesar nuestros montes. Aquella ocasión, tras duras negociaciones, conseguimos vencer y la autopista surcó entre montes lejanos, atravesando barrancos con interminables viaductos.
Desde las alturas del gran pico, se podían apreciar las vastas extensiones de verdor seccionadas por una estría de destrucción, que violaba toda naturaleza existente a su paso. Vencía la más dura roca, el más insondable de los barrancos, para conectar los puntos negros del vergel, y que aunados en su esfuerzo por conquistar tierras vírgenes, alcancen a sustituir la madera por el hormigón, las hojas por el asfalto y que toda forma de vida terrestre resida únicamente en el hombre.
Esta vez hubo un interés mucho mayor y no fue posible un acuerdo. Quizá, si no hubiésemos impedido su paso, una nueva raya cruzaría nuestros bosques y nada de esto habría sucedido. Tal vez fue una mera coincidencia, pero ahora ya no hay nada por lo que luchar, tan sólo queda depositar nuestras esperanzas en un futuro mejor, en el que se valore a la riqueza natural más que al propio dinero o los intereses de cosas incapaces de saciar la sed del espíritu.
Unos dijeron que fue un avión; otros afirmaban haber visto a un hombre escapando a toda velocidad con su vehículo; alguien mencionó a un campesino, probablemente un excursionista despistado; un pitillo; un cazador celoso; un conejo jugueteando con un mechero,... A quien le importa. Ya esta hecho y, con o sin árboles, el gas circulará.
Sólo cabe borrar cuanto de aquel maravilloso mundo pueda quedar en nuestras mentes, pero es algo de lo que tiempo se ocupará. Mientras la vida nos mantenga, todavía podremos narrar a nuestros hijos bellas historias de los paraísos perdidos, que el poderoso diablo que todo lo compra nos arrebató. Dinero, hojas muertas.

Daniel Balaguer    http://www.danielbalaguer.es    https://sites.google.com/site/danielbalaguer

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