sábado, 11 de agosto de 2012

EL HOMBRE PERFECTO

Ayer me di cuenta de que el hombre perfecto existe, pero tal vez llegué un poco tarde.

Empezó a morir a los diez años tras haber vivido su primera experiencia sexual. No iba a tardar en integrarse dentro de los movimientos racistas y aquel mismo día dejó de admirar las hojas de los árboles, pues prefería contar billetes.

Todo empezó al emborracharse con la mentira; ahora se encontraba perdido. Así que para borrar sus culpas, le aconsejaron que practicase el ayuno. Convencido, decidió ayunar por la caridad del mundo, porque además, de paso, tampoco engordaría. A partir de entonces, en vez de mirarte a la cara, prefería ver qué marca de zapatillas llevabas o cómo era la casa en la que vivías y dónde trabajabas. Dejó plantada a su primera amiga, la nobleza; pero acto seguido se buscó a otra, pues no soportaba la soledad. Esta se llamaba “Riqueza”.

Libremente renunció a trabajar por la igualdad y firmó un contrato con la comodidad que le ofrecía el dinero, aunque como el desempleo no le llegaba para cubrir sus gastos, fue a vender la amistad a cambio de poder. Hipotecó el amor para por fin casarse con la riqueza; todo por despecho a la nobleza. Mientras buscaba la felicidad, tuvo un hijo llamado rencor.

Desesperado, empezó a fumar porros de avaricia y así conoció al odio, con quien hizo una buena amistad. Finalmente se le acercó la muerte; y al hacer un repaso de su vida, se dio cuenta de que había cambiado la inocencia por una mala experiencia.

El hombre perfecto era un niño, pero se hizo mayor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario